Presidente del Gobierno español

Un presidente del Gobierno español que conduce un relato decididamente de izquierdas ante algunos de los agentes más poderosos del mundo, reunidos en Davos. Cuando nuestros relatos presentan batalla en busca de una realidad distinta.

La escena casi podría remitirnos a la teorización (desde Hegel, Marx y Lacan) donde un individuo castigado, huérfano y puede que arrepentido (la re-representación de la izquierda que llegó a creer el fin de los grandes relatos, seguramente Sánchez también leyó el famoso texto de Lyotard) vuelve a reclamar un lugar en la crónica histórica, argumentado la legitimidad y dignidad del sujeto sobre las grandes maquinarias económicas y tecnológicas.

El pensamiento marxiano nos contaría que la riqueza producida no pertenece a aquel que objetiva una potencia de trabajo, sino a otro (el dueño del capital, evidentemente). Pero, ¿y si nos encontramos con que ese otro tiene un enorme poder (psicológico, incluso), no recuerda al Gran Otro capaz de gobernar los territorios del Orden Simbólico del ciudadano, trabajador… sujeto? (V. Carrillo).

El argumento que afirma “el Yo está en el otro” cobra todo su peso cuando constatamos que nuestra subjetividad resulta restringida y re-edificada por aquellos que, al ostentar la riqueza, también gobiernan al lenguaje. 

De ahí que tengan poco de anecdótico y mucho de trascendentales las palabras del presidente del Gobierno de España en el Foro Económico de Davos.

El sistema de representaciones que se gestan en una sociedad usa como argamasa al lenguaje. Todos los valores, las creencias, las imaginaciones futuras resultan estructuradas por la arquitectura de contenidos del lenguaje.

Por lo tanto, desde la lengua se decide cómo, cuándo y qué goza de legitimación. Lo que, a su vez, determina la realidad que vemos (además de al propio Orden Simbólico).

PSICOLOGÍA DE LA COMUNICACIÓN POLÍTICA

Tanto el reclamo de legitimación por parte de una Carga Simbólica (ver entradas anteriores de este Blog) como el ejercicio de legitimación a ésta por parte de los otros/as, ocurren en los territorios del lenguaje (donde nada está vacío de intenciones, donde nada se halla libre de implicaciones político-ideológicas).

Las mujeres que protestan cuando se usa el masculino como género universal lo saben bien: hablar predominantemente en masculino reproduce una realidad en clave masculina.

Expresarse de una forma o de otra y decir unas cosas u otras, más el escenario de nuestros relatos, representa la batalla que libramos cada día para influir, a distintas escalas, en la marcha de la Historia.

Y Sánchez lo sabe: argumentar sobre las propuestas de la izquierda para la política económica, sobre "los ingresos básicos universales o la redistribución de la riqueza"; explicando que “la economía no es un fin en sí mismo, está al servicio de las personas" y que los fracasos de ésta son responsables de "la polarización y el populismo reaccionario"… bueno, coloca el debate en otro lugar (Fuente).

En otras palabras, modela una Psicología de la comunicación política porque recuerda que el debate ideológico no ha terminado y que el mundo actual no puede ser el definitivo, sencillamente porque no lo hemos decidido entre todos y todas.

La intervención también codifica un mensaje o una acción comunicativa con múltiples blancos: en primer lugar, hacia los grandes poderes económicos. En segundo lugar, hacia una izquierda dividida y puede que desmoralizada por el choque entre sus cabezas visibles (de hecho, Davos vio cómo el presidente asumía parte del relato de Podemos).

El calificativo final del presentador de Sánchez en aquel acto del Foro lo decía todo, tan solo pudo limitarse a decir “un programa ambicioso”.

Puede que, precisamente, aquel sea un buen mensaje de contramedida progresista en momentos donde la extrema derecha está explotando el descontento y los temores ciudadanos: ambición y audacia a la hora de explorar caminos nuevos, sobre todo en lo económico.

Pero sin despertar sospecha alguna de radicalidad política, un asunto complicado sin duda. Pero en eso el presidente del Gobierno español también hizo movimientos, por ejemplo, con la llamada al venezolano Juan Guaidó. Aunque fuera para responder a ciertas presiones de la derecha española y latinoamericana; pero, sin embargo, matizando que la salida deseable son unas nuevas elecciones.