LA NECESIDAD DE MIRAR HACIA UNA EPISTEMOLOGÍA DE LA CRÍTICA
- Psicología Política
- Visto: 2355
Diversos debates en el mundo están planteando la necesidad de volver a pensar en la crítica como epistemología, con el fin de releer las formas de apropiación de la realidad. El pensamiento marxiano heterodoxo, más ciertos aportes del Psicoanálisis, tiene mucho que aportar a tales reflexiones. Algunas de las perspectivas derivadas serán un contenido transversal en en el Curso en Psicología de la Comunicación Política de la Fundación UNED.
Existen conceptos de enorme utilidad para las ciencias sociales que resultan ser un ensamblaje de diversas corrientes, entre ellas lo que hoy podríamos denominar marxismo heterodoxo.
Los modelos teóricos son profundamente re-interpretados según los contextos socio-históricos. En medio de sus diversas manifestaciones, Marx ha evolucionado, por ejemplo, en dos líneas fundamentales: lo derivado de la teoría crítica (una filosofía de la praxis) y la lectura dogmática, mecanicista, etc. La primera, la perspectiva crítica, tiene sus raíces en Kant y Hegel; continuando, luego del gran pensador de Tréveris, con Gramsci, Georg Lukács, la Escuela de Frankfurt y otros (entre esas líneas de desarrollo existen divergencias, incluso).
CRÍTICA
La crítica involucra un posicionamiento epistemológico que inevitablemente influenciará en nuestros análisis de la realidad psicosocial y cultural. Esto, a su vez, significa que la formación y construcción teórica se halla muy condicionada por X contexto, por un espacio-tiempo determinado. En esas proporciones, hemos de recordar que la Historia del pensamiento parece delatar también dos grandes líneas de desarrollo, crítica y positivista (entendiendo por éste una interpretación clara sobre la forma de pensar y edificar la ciencia que trasciende a los propios Comte y Durkheim, por ejemplo, en torno al “concepto”, la “teoría” y el cómo de la relación entre fenómeno estudiado y sistema teórico).
El ideal de una ciencia despojada de subjetividad, de la transparencia “honesta” de los hechos como sistema depurador de las generalizaciones que deben sintetizar conceptos, necesita de una dosis verdaderamente grande de “ingenuidad realista”, dado que la realidad nunca se nos presenta como verdaderamente es. En muchas ocasiones el objeto y el concepto están en lugares distintos.
Como comparten muchos autores, el Positivismo es una matriz que ha resultado hegemónica durante el estudio e interpretación de la materialidad social; lo que significó, entre otras muchas cosas, que diversas líneas del pensamiento marxiano (especialmente aquellas irradiadas desde los aparatos ideológicos “oficiales”) se han encontrado con elementos positivistas. Es posible afirmar que existe una “versión” positivista de Marx.
Recordemos lo siguiente...
El capitalismo es un modo de producción donde subyace algo, quizás, mucho más importante que los propios sistemas del consumo; es también un modo de producción de X relaciones sociales y culturales, de conocimiento, de necesidades y una forma de “apropiación” de la sustantividad (en términos materiales y espirituales).
Es decir, el capitalismo es un modo de producción de todos aquellos sistemas y estructuras con un papel mediador durante las percepciones de la realidad y la “apropiación” de ésta por parte del sujeto. Y no olvidemos la cosificación: el mundo donde existimos se nos presenta ya cosificado, lleno de objetos y estructuras que no parecen depender de nuestras decisiones o formas de estar en él. Esto nos influye hasta el punto de imprimir en nosotros una auténtica tendencia inconsciente: generar una percepción cosificada y fetichizada de la materialidad donde nos desenvolvemos. Lo anterior ayuda a explicar porqué puede ser complejo diseccionar y superar las lecturas positivistas de Marx.
En los terrenos de la Teoría Crítica el problema es abordado de forma distinta. Y se presenta como un punto de anclaje divergente para estudiar la textura de la realidad sociocultural: la teoría social. La Teoría Crítica introduce una reflexión y una serie de cuestionamientos acerca de la objetividad de todas esas estructuras “obligadas” e inseparables del individuo y que ejercen un gobierno sobre sus percepciones y las formas de “apropiación” de la realidad (espiritual y material).
La Teoría Crítica obliga al observador a preguntarse desde qué posición o prisma interpretativo está asomándose a toda aquello que entendamos como “objeto social”: una colectividad, una dinámica social con sus propias conductas, un producto cultural, etc. Mientras el Positivismo pide al sujeto de ciencia que “apague” su peso subjetivo y ataque al objeto con el instrumental teórico “oficial”, dominante en el discurso científico, la Teoría Crítica le pedirá una auto-aclaración sobre sus puntos de partida y los condicionantes de éstos.
Tenemos un ejemplo de esto en el pensamiento marxiano alrededor de “clase social”. Marx es un pensador crítico: su teorización no es sobre economía política, es una crítica a la economía política. Cuando nos interrogamos sobre la definición y naturaleza de un objeto de estudio, según la T Crítica, antes debemos despejar desde qué estructuras de conocimiento estamos intentando respondernos. Desde dónde se construyen e interpretan los conceptos.
Preguntémonos lo siguiente: ¿un concepto pretende ser una representación cuasi-fotográfica de una “cosa” (determinada en sí misma, sin dependencias respecto a otras “cosas”)? ¿O un concepto es un constructo que existe como parte de procesos? ¿Dónde, además, interaccionan dos estructuraciones (el sujeto [que es él y no es él] y lo que se le opone como producto de su actividad)? Así, pues, el concepto no sería una refracción, sino un modelo expresivo que organiza al sujeto (productor del concepto) y sus interacciones (productoras del objeto). El sujeto es un sistema estructural que interactúa con otros.
La Teoría Crítica obliga a preguntarse por la delimitación, el “fin” del objeto en el acto de crear una definición. La tradición de pensamiento crítico que cuenta con Kant, Hegel y Marx se mostraría contraria al Positivismo. Con Hegel y Marx asistimos a un orden de interpretaciones distintas sobre lo que es la realidad social. Ésta no sería un conjunto de ámbitos autónomos provistos de racionalidad propia, sino un conjunto de sistemas profundamente conectados.
La realidad implica cierta visión sistémica: nada es en sí y por sí mismo, sino que “es” por la posición que ocupa en el sistema y las relaciones extendidas desde allí. Así, pues, el concepto no podría marcar fronteras, pero sí puede proponer una interpretación (perspectivas) sobre los nexos múltiples; el anudamiento de éstos nos daría una lectura de lo que constituye al objeto.
Aclaremos que un objeto no debe remitir obligadamente a la clásica división entre subjetivo – objetivo, material – inmaterial, etc. Un objeto puede ser un fenómeno material o espiritual, el objeto puede ser mi teléfono o el teclado de mi ordenador, pero también lo es el Psicoanálisis, el pensamiento marxiano y el sistema del capital.
De ahí que el objeto sea presa de distintas interpretaciones, imponiendo la necesidad de una lectura sistémica (que revele las múltiples relaciones). Un objeto es una especie de centro, de punto crítico de anudamiento formado por la red de relaciones sociales (que, naturalmente, involucran a la psique, la conducta, lo cultural, económico, etc.). Este razonamiento será fundamental para apartarse de interpretaciones en cascada de naturaleza cosificada y fetichista.