BYUNG-CHUL HAN: ¿ES EL FIN DE LA RITUALIDAD?

Algunos se aventuran a decir que Byung-Chul Han es, sin duda, el crítico y filósofo de moda. Es evidente que sus mensajes, entre demoledores con el actual modo de vida y algo pesimistas frente a la posibilidad de cambiar el rumbo, han generado una masa global de seguidores que replican sus frases por toda la red. Es un autor importante para la Psicología Política.

Vladimir Carrillo Rozo

Una de sus últimas alertas es "La desaparición de los rituales", un ensayo publicado en este 2020. En las bombas literarias del pensador surcoreano hay reminiscencias diversas, muchas conectadas con las fuentes europeas clásicas. Esto lo vemos en su preocupación porque la Filosofía salga de los muros de la Academia, aunque sin abandonarlos. Pero, ¿salir a dónde?

Puede que atravesemos uno de esos momentos de la Historia donde se convierten en urgentes las herramientas que permitan re-pensar a la realidad y transformarla críticamente. Así es, tal vez necesitamos que millones de ciudadanos de a pie decidan transformar su propia cotidianidad. ¿Todavía es posible obligar a un cambio en el sistema desde sus bases? 

Claro, una de las dificultades estriba en que la noción de comunidad política atraviesa momentos bajos. Múltiples dispositivos comunicacionales generan una extraña desarticulación de lo colectivo, que pareciera impedir el pleno uso de la razón. Lo vemos, por ejemplo, en esta época de pandemia, cuando las sociedades se vuelven tan sensibles al discurso del miedo o la seguridad y las flaquezas bajas del individualismo resultan tan visibles.

En sentido de lo anterior, el filósofo pone acento en este narcisismo militante que logra destruir aquellas ritualidades que edifican sujeto y colectividad. Ya desde Marx sabemos que todo se compra y se vende, incluso los cuerpos y emociones humanas.

«La presión para producir y para aportar rendimiento alcanza hoy todos los ámbitos vitales, incluso la sexualidad […] El capitalismo intensifica el progreso de lo pornográfico en la sociedad, en cuanto lo expone todo como mercancía y lo exhibe. No conoce ningún otro uso de la sexualidad. Profaniza el Eros para convertirlo en porno. […] El juego de la seducción, que requiere mucho tiempo, se elimina hoy cada vez más a favor de la satisfacción inmediata del deseo sexual».

En esta argumentación, Byung-Chul Han observa un “síntoma” en el retroceso de los rituales: aquellas simbolizaciones que complejizan el nexo  psicosocial, generan comunidad y permiten distintas descargas de placer psíquico. En efecto, las formas más recientes de comunicación, tan hábilmente explotadas por los equipos de marketing político, juegan a lo masivo-desarticulador. 

Sin esas ritualizaciones a pequeña escala de la realidad social la construcción de la subjetividad se convierte en proceso defectuoso, ya que no se recrean los espacios fundacionales donde un individuo es reconocido y legitimado por el otro. Sobre esto, puede consultarse una entrada anterior de este Blog

La subjetividad y la realidad donde ésta se reproduce tienen una relación de "superficie reflexiva", donde una es espejo de la otra. En efecto, se parte de la experiencia, que vendría a incluir hechos de especial relevancia (por ejemplo, traumáticos), cuyo peso psicológico los resignifica como puntos de anclaje en la memoria (Angarita, 2018). Bien, ¿qué puede traducir esto? Entre otras cuestiones, que la vivencia del presente puede ser, en algunas circunstancias, “filtrada” por el recuerdo de esa experiencia crítica.

LA CUESTIÓN ES QUE EL RECUERDO NECESITA DE CIERTA “FUNCIÓN SIMBOLIZANTE”, DEMANDA UNA RITUALIZACIÓN

Aquí diremos, de alguna forma, en contradicción con Byung-Chul Han, que los ritos no son simplemente simbolizaciones donde una comunidad no necesita o puede prescindir de parte de su acción comunicativa, por ejemplo, del relato. No, los rituales son acciones comunicativas de amplio espectro.

Jimeno (2007) argumenta algo tremendamente revelador: la acción comunicativa alrededor de experiencias que produjeron dolor a los individuos tiene el potencial de reestructurar o, tal vez, regenerar críticamente a la colectividad en términos ideológicos, políticos y culturales.

La formulación no deja de tener mucho de psicoanalítico, dado que se está proponiendo una especie de duelo desde el habla. Sin olvidar, claro, que ese esfuerzo por incursionar en el núcleo duro de lo reprimido (el contexto del hecho traumático) posiblemente se parezca a la peligrosa persecución de lo inenarrable e imposible más allá del registro de lo Simbólico, es decir, lo Real en Lacan. (Homer, 2016, p. 103)

Lo que parece interesante es la tesis según la cual el sufrimiento de la violencia puede fracturar lo simbólico, conectado con la idea de que el habla permite re-contextualizar lo traumático e incluso volver a proveer del recuerdo sobre un contexto a lo reprimido, por lo tanto, podemos viabilizar una especie de espacio y tiempo de “curación”, si se me permite el término, donde la comunidad política vuelve a reclamar legitimidad para ser reconstruida. En sentido de lo anterior, no puede darse ritualidad o “función simbolizante” sin la base o la formulación ritual desde el habla.

Todos sabemos que el ejemplo de lo anterior más importante del mundo es el enorme esfuerzo de recuperación enfocado a la memoria histórica de las comunidades judías. Ahora bien, no conviene olvidar que apoyarse en la simbolización, una narrativa, sobre experiencias de violencia para devolver vigencia sociopolítica y cultural a un sujeto y su colectividad también se vincula con ese hecho traumático que el Psicoanálisis ubica en el origen de todas las sociedades. Pues bien, la ritualidad permite hacer esto en condiciones de “seguridad psicológica”.  

Tengo alguna experiencia como escritor, una parte en la novelización de una historia real sobre represión política en Colombia por parte de esa dantesca alianza entre Estado y ejércitos paramilitares. Esta experiencia me indicó que la víctima, en efecto, pudo ordenar su testimonio e incluso recordar (con mucha ayuda) para construir un instrumento (la novela) donde pudo hacer alguna clase de objetivación del hecho traumático.

Desde ese momento en adelante, la historia de lo ocurrido pasó a estar en un lugar, fuera de su cabeza (si me permiten utilizar el símil). La construcción del libro se convirtió en ritual. Rara vez admitió volver a hablar de lo que pasó, se limitaba a señalar a la novela impresa. Pero, al mismo tiempo, recordar el orden exacto (más todos los detalles que fueron importantes pero no llegó a ver directamente) le provocaron ciertas alteraciones, principalmente en el sueño.

Como era esperable, la novela fue ampliamente utilizada por su organización en clave de memoria y restitución política. En este sentido, Jaramillo (2007) afirma: “Das (1997) se interesa por la manera como el registro de lo imaginario –cuento, novela–, habla lo que otras narrativas ocultan e incluso interpela el silencio de los protagonistas de la experiencia de violencia.” (p. 177)

En base a lo anterior, no sabría cómo resolver, por ahora, cuándo el silencio es más conveniente que el recuerdo y la narración (recordemos las varias defensas que existen sobre el derecho a olvidar). Cabe nombrar que, como bien apunta Jaramillo, no se trata simplemente del recuerdo y el habla; cuando una experiencia dolorosa está incrustada en el registro de lo Real, es porque está más allá de lo expresable.

RITUALIDAD Y CONSTRUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD

Psicología Política

Desde mi punto de vista, esto significa que la narración, el lenguaje, sólo se convierte en “agente” re-constructor de subjetividad (entendemos que en clave positiva) si está guiado por profesionales de la salud mental. Es decir, la ritualidad, cuya extinción denuncia Byung-Chul Han, tiene una relación directa con la construcción de la subjetividad.

En efecto, la exploración hermenéutica del sujeto nunca, jamás, puede darse directamente. En mi modesta experiencia, necesita de un instrumental lingüístico que interprete mi propio discurso.

Ahora bien, regreso al ejemplo de la novela para decir lo siguiente: existen, entre otras, dos ritualizaciones que permiten la reconstrucción de la comunidad política luego de un grave hecho traumático, cuyo impacto daña a sujeto y colectividad: por una parte, el acto ritual donde el Estado reconoce, asume la responsabilidad, pide perdón y comienza la reparación. Aclaremos que el Estado es siempre el último responsable.

Y, por otra parte, cuando el mundo de las expresiones culturales emprende esa travesía que, a veces, necesita ampliar las fronteras del lenguaje para contar lo ocurrido; esta es una reparación simbólica de larga durabilidad. Tenemos un ejemplo muy claro de esto en España.

El fascismo español asiste a la transición a la democracia desde un profundo agotamiento ideológico, pero a diferencia de Alemania o Italia el régimen no llegó a ser formalmente derrotado. Una de las consecuencias de esto es que el Estado Español nunca ha condenado oficialmente a la dictadura (aunque han sacado los restos del dictador de su mausoleo). Así, pues, durante las últimas décadas, fueron el cine, la literatura y otras expresiones culturales las que, contando capítulos de violencia, han hecho justicia con las víctimas de la Guerra Civil y la represión durante la posguerra. Y recordemos que en el cine y la literatura tenemos a dos de nuestras más íntimas y profundas ritualizaciones. 

 

Referencias bibliográficas

Homer, S., 2016. Jacques Lacan Una Introducción. 1st ed. Madrid: Plaza y Valdés, pp.103-118.

Jimeno, M. (2007). Lenguaje, subjetividad y experiencias de violencia. Antípoda: Revista de Antropología y Arqueología, ISSN-e 1900-5407, Nº. 5, 2007 Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2542888

Vélez, A. (2009) Construcción de subjetividad en jóvenes raperos y raperas: más allá de la experiencia mediática. Revista Latinoamericana de ciencias sociales, Niñez y Juventud ISSN-e 1692-715X, Vol. 7, Nº. 1, 2009, págs. 289-320. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2981959


MATRÍCULA ABIERTA - CURSO EN PSICOLOGÍA DE LA COMUNICACIÓN POLÍTICA DE LA FUNDACIÓN UNED