NARRATIVA DE ULTRADERECHA A AMBOS LADOS DEL ATLÁNTICO Y UNA EUROPA UNIDA QUE NECESITA SER DEFENDIDA POR LA IZQUIERDA INTERNACIONAL
- Psicología Política
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La ultraderecha del mundo teje sus propias alianzas en todas las orillas del Atlántico, hay un elemento común en el euroescepticismo. En el caso español existe la intención de explotar la idea de “identidad hispana” en su estrategia de comunicación política, compartiendo discursos contra el avance de derechos o la diversidad cultural. La izquierda latinoamericana (cuyo imaginario ha tenido tradicionalmente elementos soberanistas y nacionalistas) debería profundizar un debate sobre hacer también suya la defensa de la Europa unida.
La ultraderecha europea tiene un objetivo claro en el descrédito a las ventajas del proyecto siempre en construcción de la Unión Europea. El euroescepticismo es un “sentimiento político” compartido por el extremismo de derecha en las dos orillas del Atlántico. En días recientes, la ultraderecha tuvo un enclave estratégico en Madrid, entre los temas tratados estuvo la crisis en Ucrania.
Como sabemos, el encuentro concluyó con una declaración que criticaba las posibles intenciones rusas en sus antiguos y actuales territorios de influencia geopolítica. La cuestión no deja de ser compleja para la estrategia de comunicación exhibida por la ultraderecha europea, dado que varios de sus más fuertes representantes (en Francia, Hungría o Polonia) tienen importantes relaciones en Rusia.
ULTRADERECHA LATINOAMERICANA
Pero la otra gran región que capta el interés de la ultraderecha, por ejemplo, española, es América Latina. Efectivamente, la derecha más extrema tiene uno de sus mayores exponentes occidentales en países como Chile, Colombia o Brasil.
De cierta forma, en el caso de Vox, el ultranacionalismo como elemento narrativo adquiere matices distintos cuando se trata de América Latina. Probablemente, los estrategas en comunicación política de la formación española persiguen el ideal de una hispanidad transoceánica, donde la identidad cultural (por ejemplo, alrededor del idioma) es susceptible de contraponerse a valores como la diversidad o los derechos y libertades de las distintas colectividades.
Sin embargo, desde el punto de vista de la psicología de la comunicación política, el acercamiento de la ultraderecha española y latinoamericana no deja de ser un juego peligroso. Recordemos que una parte muy importante de la narrativa nacionalista y soberanista en las repúblicas latinoamericanas pertenece tradicionalmente al imaginario de la izquierda, podemos verlo en los discursos sobre la vieja defensa a los recursos naturales de la región (históricamente explotados, para desgracia de sus poblaciones, por compañías extranjeras).
Así, el discurso político que busca tender alianzas entre la derecha extrema a ambos lados del océano Atlántico vuelve a remover las simbolizaciones de siempre: “los rojos”, “los comunistas”, “el socialismo del siglo XXI”, el denominado “nuevo orden marxista”, etc. En resumen, no se trata de estrategias en comunicación política novedosas en ningún sentido.
El problema real es que la agitación de esta simbolización también se opone a la ampliación de derechos implicados en el normal desarrollo de una sociedad democrática. Ampliaciones que en América Latina, como en otros lugares del mundo, se enfocan a las políticas de género, los derechos LGBT, las reivindicaciones de los pueblos indígenas y la lucha contra el cambio climático, entre otras.
En este momento, dónde diversos países observan procesos importantes para el avance de derechos a la vez que normalización de la ultraderecha, sería importante introducir la siguiente reflexión, perteneciente al terreno de las alianzas y estrategias políticas (y que tendría un efecto interesante en comunicación p): La ultraderecha del mundo (que en su interior vive las contradicciones generadas por la necesidad de conciliar la imagen ultranacionalista con la profundización de su propio consenso internacional) no parece tener grandes dificultades para plantear puntos en común a través de las fronteras (ahí tenemos su posicionamiento, prácticamente común, sobre los derechos reproductivos de las mujeres).
¿Y la región progresista del espectro ideológico? Pues tampoco parece tener problemas para cruzar fronteras y encontrarse, con todo y la tradicional división que históricamente caracteriza a la izquierda. Sin embargo, cabría preguntarse si existe una identidad clara entre la imagen de una Europa unida (como espacio de derechos comunes, libertades y paz) y la izquierda latinoamericana.
La Unión Europea es, sin lugar a dudas, el experimento de integración política y avance de derechos ciudadanos más importante de la Historia (aunque en este momento tenga todavía abierta la herida creada por la marcha del Reino Unido), por supuesto, sin desconocer sus grandes errores. La izquierda latinoamericana, que ahora vive una dura disputa para contener o detener el avance de la ultraderecha en las instituciones, haría bien en defender sus propios procesos de integración regional (como parece ser el caso del Pacto Histórico en Colombia), pero también en hacer suya la bandera de la Europa unida alrededor de los derechos y la ampliación de las libertades.