PSICOLOGÍA POLÍTICA: DIME QUIÉN ERES PARA SABER QUIÉN SOY
- Psicología Política
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En términos filosóficos la alteridad debería causarnos una sorpresa y estímulos suficientes para querer conocerlo todo sobre ese otro/a que, en entradas anteriores de este Blog, describimos como aquel que demanda legitimidad para su propia imagen.
¿Si no sé nada del otro/a, cómo puedo estar seguro de la realidad de mi propio Yo? Ahora bien, negar al otro la legitimación de su imagen, su nombre y en suma todo lo que es y que está condensado en su Carga Simbólica, es equivalente a convertirle en objeto de la violencia.
CUANDO EL EJERCICIO POLÍTICO-SOCIAL NIEGA AL OTRO APARECE EL ACTO DE LA GUERRA
Es un error pensar que esa negación se halla lejos de nosotros por no vivir en sociedades demasiado violentas o por no ser (quienes lo sean) sujetos muy agresivos. Así como todos somos capaces de legitimar la imagen del otro también podemos no hacerlo (y siempre encontraremos una razón que aparentemente lo justifique: el miedo, la seguridad, un deseo de justicia que en verdad es de venganza, conservar eso que desde el 11-S se ha convertido en parte del imaginario popular como way of life, etc.).
El filósofo Pablo Feinman (Buenos Aires, 1943) explicaba cómo tendemos a pensar que son los buenos actos los que nos hacen humanos. Y al referirnos a cosas terribles, las pateras, el cierre de fronteras, las ejecuciones extrajudiciales, etc., lo hacemos como actos inhumanos. Pero las ciencias sociales no han observado ningún campo de batalla claro entre lo angelical y lo demoníaco. Al contrario, lo que hemos constatado es que ambas cosas conviven en el mismo sujeto.
Un individuo no abandona su humanidad por protagonizar actos bárbaros. Esta idea tiene una gran relevancia para amplias colectividades humanas: tener un lugar de convivencia con un lugar destacado, por ejemplo, para la libertad, las ciencias, las artes o la creación colectiva nos coloca en la aspiración a un humanismo que estudia tanto las luces como las sombras de nuestro corazón.
En Freud, tanto Eros como la Pulsión de Muerte conviven dentro del individuo (El malestar en la cultura, 1930). Todos somos capaces de cosas terribles si las circunstancias nos empujan.
No olvidemos, a modo de perturbador ejemplo, la espeluznante novela gráfica Batman: The Killing Joke, escrita por Alan Moore y dibujada por Brian Bolland (1988): la locura está a sólo un mal día de distancia, como explicación a la tortura del Joker (junto al Dr. Hannibal Lecter, uno de los villanos más estremecedores de la narrativa moderna) sobre Gordon mientras le exhibe fotos de su hija Bárbara desnuda, que tras una brutal agresión yace paralítica en un hospital.
El personaje de Batman es uno de los recursos extraídos de la cultura popular para la interpretación de psico-modelos en el Curso de Experto en Psicología Política y Comunicación Digital de la Asociación Europea de Profesionales y Empresas de la Innovación (APEMI).
Asistimos al experimento más terrible del payaso psicópata, con el que intentará probar que con los "estímulos adecuados" hasta la mente más sólida y equilibrada puede quebrarse. Esto convive en el mismo sujeto capaz de actos altruistas e incluso heroicos.
LEGITIMACIÓN ES COMUNICACIÓN
La praxis en el humanismo, la creatividad liberadora y el culto racional al trabajo que reivindican algunas colectividades se funda en la profundización integral de la condición humana, que sería todo lo que nos hace ser.
Es decir, lo que somos (que incluye lo que estamos pensando ser) es histórico y tecnológico. Con lo cual, el deseo de dominar al otro, negando parcial o totalmente su Carga Simbólica, tiene unas raíces lejanas pero una intensidad actual.
Hoy la cuestión de la legitimación simbólica del otro (que ya de por sí implica cierta dosis técnica de narcisismo) está totalmente matizada por el poder comunicacional.
Esta continua revolución de las comunicaciones ligadas al orden del capital, así como puede usarse para fortalecer el vínculo social, también puede orientarse a la paranoia y psicosis en la población acerca del peligro del otro. Lo que termina en una aclamación general a las políticas de seguridad y control. Pero, esta vez, acompañadas de mandatos de “sentido común” que en verdad son llamadas de Goce.
Aquí termina el pensamiento que se pretende a sí mismo auténticamente libre, y con él la legitimación del otro. Es como si revirtiéramos a Descartes y en lugar de ser nosotros mismos/as pasáramos a ser ese “sujeto-otro”, como construcción categorial que no posee autonomía y piensa lo que le transmite el poder comunicacional.
Como decía el profesor Feinman: “eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca”… no pienses por libre, no actúes fuera de lo normativo, no tomes el control de tu vida, todo tiene un dueño (incluso tú).